En los últimos 20 días (agosto 2019) he tenido la suerte de descubrir (no sólo visitar) un nuevo país, un país que para los españoles no suele ser un gran reclamo y del que tenemos una opinión bastante sesgada, como es Rumanía.
Durante el viaje he podido disfrutar tanto de la experiencia del turista, como de la más original y autóctona, pasando de mucho tiempo junto a lugareños, desde los más humildes que viven en pueblos de montaña hasta aquellos más acomodados que viven en la ciudad, con muchas vivencias y anécdotas y, como sé que muchos amigos y conocidos me preguntarán por él, y con la intención de desmentir algunos mitos, me apetecía crear este artículo, más o menos extenso, sobre mi experiencia e impresiones.
Espero no caer en la tentación de crear una guía de viajes, ni mucho menos. El objetivo de este artículo es poder recoger en un bitácora mi experiencia y poder compartirla, no sólo con aquellos que quieran viajar a Rumanía, sino también con todos los curiosos que deseen conocer un poco más acerca de este país, desde los ojos de un visitante con mente emprendedora e inquieto.
Comenzaré por el final. Mi conclusión es que, Rumanía, me ha sorprendido en todos los sentidos para bien, encontrándome muy cómodo y seguro, además de haber tenido la suerte de vivir una experiencia muy rica junto a personas locales.
Y es que, ya me lo habían advertido, Rumanía ha cambiado mucho en los últimos años y, aunque desconozco cómo era antes, he encontrado un país bastante europeizado, con gente muy amable, en constante cambio y, sobre todo, con ganas de seguir evolucionando.
La seguridad es una de las partes que, a priori, siempre tenemos muy en cuenta cuando vamos a realizar un viaje a un nuevo destino. Y, concretamente, la seguridad, es uno de los puntos que más me ha sorprendido. En cada parque, en cada metro, en cada esquina de la ciudad te encuentras con agentes de seguridad o con policía, no porque a cada momento estén ocurriendo cosas peligrosas, al contrario, en ningún momento he visto ningún percance ni me he sentido amenazado de ninguna forma.
La concienciación es un punto muy fuerte. En los autobuses públicos, incluso, te encuentras con anuncios en las televisiones para que tengas cuidado al llevar el móvil en el bolsillo.
También es verdad que, como en todas las ciudades, en las zonas más periféricas hay algunos núcleos por los que, al pasar, tienes un poco más de prisa y no te detienes demasiado a disfrutar de un paisaje que, por otro lado, no tiene mucho que admirar, al tratarse de casas viejas, zonas poco iluminadas y con personas que te miran con curiosidad (o eso, me temo, es la propia sensación que tenemos sin llegar a ser del todo cierta).
Con todo ello, creo que es uno de los países en los que más seguro me he sentido en todas y cada una de sus ciudades y pueblos.
La moneda de Rumanía, a pesar de encontrarse en la Unión Europea, no es el euro, sino el Leu (león), con su plural Lei. El cambio, en estos momentos, está a 4.71 Lei (1€).
Existen un índice de paridad de monedas denominado Big Mac Index, respondiendo a la diferencia entre el precio del Big Mac entre 2 monedas. Si atendemos a que en España el precio del menú es, de media, 7€ y en Rumanía 15,5 Lei (3.5€ aprox.) podemos comprobar, en base a este índice, cómo el Euro vale el doble que el Lei.
Para cambiar de moneda, como en cualquier otro país, la mejor opción es hacerlo en las casas de cambio de las ciudades. Concretamente en Bucarest y Cluj-Napoca es donde tienen mejor cambio, encontrando hasta a 4.7040 Lei. En ciudades más turísticas de Transilvania, como Sibiu, no superan los 4.6750 Lei.
Como bien sabes la disposición geográfica y su clima, condiciona la gastronomía, por lo que no esperes encontrar una gran variedad de pescados a la hora de elegir menú, centrando su oferta en los productos derivados del cerdo y pollo, con la ternera y el cordero como actores secundarios importantes. Sobre todo, en las zonas de montaña, encontrarás comidas con bastante grasa, algo básico para la supervivencia en los fríos inviernos. Los platos típicos del país son:
Ciorba: Sopa de vegetales y carne -de ternera, pollo o cerdo- que puedes comer durante durante todo el año, incluso en el verano he podido disfrutar de este fantástico caldo. Encontrarás distintas versiones en cada ciudad e, incluso, restaurante. Los lugareños dicen que “limpia los intestinos”, aunque con la cantidad de grasa que tiene, creo que es al contrario.
Micii: Sin lugar a dudas, mis preferidos. Se trata de una mezcla de carnes de cerdo, ternera y cordero (en diferentes proporciones dependiendo del lugar) y alguna especia, comprimido a mano en forma de chorizo. Casi siempre, van acompañados de mostaza y, muy importante, se comen con la mano o con mondadientes, nunca con cuchillo y tenedor. Su precio oscila entre los 4 y 5 Lei por unidad, aunque también te podrás encontrar platos por 15 o 20 Lei. Recomendación: comprueba que tienen parrilla en el lugar, si son fritos no son buenos.
Bere (Beri en plural): La cerveza es el caldo, con permiso de la Ciorba, preferido por los rumanos, como pasa en muchos otros países. La peculiaridad con la que te encuentras es que la mayoría de las latas y botellas de tamaño regular son de 0.5 litros y las botellas grandes de 2.5 litros, aquí no se andan con tonterías. En una tienda, el precio ronda los 3 Lei, mientras que en en los bares y restaurantes es bastante diverso, dependiendo del lugar, aunque lo normal es 6 o 7 Lei.
Sarmale: Se trata de una mezcla de carne y arroz cocido, envuelto en hoja de col. No lo encontrarás en todos los sitios, pero merece la pena probarlo.
Papanasi: Es el postre más típico, una especie de donut frito cubierto por crema de yogurt y frutos del bosque. Muy bueno para, si aún no lo has hecho antes, terminar de llenar el estómago.
Helado de máquina: En las calles principales y plazas encontrarás unas máquinas de helado, normalmente de vainilla y chocolate, muy buenos y baratos, entre 3 y 5 Lei.
Covrigi: Una especia de rosquilla de pan con algunas semillas de sésamo por encima. Los puedes encontrar también rellenos de chocolate o de mermelada. El precio del sencillo es de 1.5 Lei, casi en todo el país, y del relleno de 3 Lei.
Palinca: Aguardiente, típica de los pueblos, de fabricación casera destilando distintos frutos, como ciruelas, cerezas o guindas.
Antes de viajar, he buscado algunas referencias sobre qué visitar, pudiendo encontrar decenas de blogs de viajeros (ya sabes que son uno de los trendings del momento) todos hablando siempre sobre Bucarest y la región de Transilvania. Aunque mi búsqueda no ha sido muy intensa, en ninguno de ellos he encontrado información relevante sobre otras regiones, como Bucovina o ciudades como Timisoara, a pesar de ser dignos de ver.
Y es que, cláramente para gustos hay colores y, en este caso, ciudades. Personalmente la zona de Transilvania es la que menos me ha gustado. Me he tomado este viaje como un viaje experiencial, en el que poder descubrir más acerca de este país y de sus habitantes y, la región conocida por el personaje de Drácula, es la que más me ha defraudado al sentirme, casi siempre, como en un parque de atracciones, con ciudades diseñadas completamente para el turista, a pesar de contar con edificios y zonas de una gran belleza.
El viaje ha comenzado un día en Bucarest, ciudad más grande, con mayor número de habitantes y capital del país.
Se trata de una ciudad, por lo general, aún en proceso de modernización, sobre todo las casas y edificios fuera del centro, con un casco histórico repleto de restaurantes, bares y casa de “masajes”, pensado para los turistas.
La Piata Unirii es el centro neurálgico y, para mí, el mayor exponente de la evolución del país en estos años, pudiendo encontrar un gran centro comercial donde el imperio Ortega es el protagonista y una fuente central impresionante.
Después de andar bastante rato por un paseo de árboles, llegas al parlamento o, en rumano, “la casa del pueblo”. A sus espaldas, te encuentras con la construcción de una nueva catedral y, lo primero que piensas es cómo se pueden estar gastando una millonada en su construcción con todos los edificios, que casi se están cayendo y aún tienen por reformar.
En Bucarest, la oferta de parques y zonas verdes es muy amplia, con el parque, dentro de una ciudad, más grande de Europa y otros, como el parque del sector 4, que es un parque de atracciones para niños abierto, es decir, no has de pagar entrada, sólo por las atracciones en las que montes.
La fiesta nocturna, en el casco antiguo, es realmente digna de ver. A partir de las 11 de la noche, todos los pubs y restaurantes abren sus grandes cristaleras y, sobre ellas, chicas de imagen y, en algunos, animadores, bailan y cantan al ritmo de la música a “toda leche”, por lo que las calles se convierten en casi un festival, estando casi mejor fuera que dentro de los lugares.
Suceava es una ciudad pequeña, pero con mucha historia, donde la visita a su castillo es casi obligada. A pesar de que los restos originales que se conservan no son muchos, la reconstrucción y la representación de las historias de esta zona, merece mucho la pena. En él me han sorprendido los dispositivos tecnológicos de última generación, que hacen la visita muy amena. Al salir, puedes comer en el restaurante, no siendo muy caro, aunque la única comida “no fritanga” es la Ciorba y los Micii (siempre un valor seguro).
A la llegada a Cluj, nos hemos sorprendido al saber que el día siguiente comenzaba el Untold festival, el mayor festival de Rumanía, que pretende convertirse en un referente, como Tomorrowland. Durante estos días la ciudad se llena de jóvenes que acuden al festival y los precios de los alojamientos se disparan, por lo que sólo hemos podido estar una noche.
Cluj es la ciudad más europeizada, con edificios grandes, carreteras y aceras cuidadas y muy limpia, donde puedes encontrar una oferta muy variada en todos los sentidos. Es, tal vez, la ciudad más completa y en la que, si tuviera que vivir en Rumanía, sería en ella.
Los restaurantes y bares de la Piata Unirii (prácticamente en cada ciudad te encontrarás una plaza con este nombre) son muy interesantes para disfrutar de un rato tranquilo de descanso y la zona tras las universidades si quieres un poco más de marcha.
En la zona alta de la ciudad, en la colina, se encuentra el parque Cetățuia, con unas vistas muy buenas de la ciudad y, en el parque central, puedes dar un paseo, hacer deporte o disfrutar de unas buenas vistas en una de las terrazas del embalse, pudiendo dar un paseo en barca (o en flamingo).
Es una ciudad muy cosmopolita y acogedora, donde puedes encontrar distintos espacios de coworking y bares donde poder trabajar con el ordenador, además de ser la cuna de decenas de startups.
Lo que también me ha sorprendido, es la construcción de una nueva catedral en esta ciudad, al igual que en Bucarest.
En Timisoara, al igual que en Cluj, nos esperaba otra fiesta, todo ello sin saberlo, celebrando el 100 aniversario de la ciudad. Por ello, el ambiente era muy bueno, mucha gente por la calle y pudiendo disfrutar de distintas experiencias que las marcas locales ofrecían a los visitantes, como un camión de una marca de cerveza en el que dentro te invitaban a una, a -6ºC acompañado de buena música.
El parque central está muy cuidado y es realmente bonito. Una de las cosas que más me llamó la atención fue el quiosco de la música, que alberga 2 pianos donde te puedes sentar a tocar.
La Piata Victoria y todo el paseo a continuación es un lugar muy bonito para visitar también.
Por último, hemos visitado la fábrica de Timisoreana, una de las principales cervezas del país, aunque sólo se puede ver la zona del interior del recinto, desde el restaurante, donde también puedes comer Mici y tomar una jarra de litro de su cerveza.
Brasov es la segunda ciudad más grande, algo que aprecias rápidamente nada más posarte del tren y desplazarte en autobús, con grandes edificios en construcción y anchas avenidas.
El casco antiguo tiene una plaza central espectacular, construída entre montañas, por lo que la foto con las letras de Brasov en la colina, al más estilo Hollywood, o la subida con el teleférico son obligatorias.
Te recomiendo comer en la terasa Rapid, muy cercana a la estación del tren, donde el Micii es la especialidad de la casa. En la propia terraza está la parrilla donde, el dueño y otra cocinera, están preparando, en tandas de 100, Mici durante todo el día para atender la demanda de una fila de personas que nunca se queda vacía.
Las ciudades de esta zona son las más turísticas, cuidadas y preparadas para el visitante. Un dato curioso es que, después de recorrer casi todo el país, no ha sido hasta la región de Transilvania, la última visitada, cuando me he cruzado con otros turistas españoles y, es que, en la región de Dracula, te encuentras con decenas.
Entre ellas, te puedes mover fácilmente en tren, pudiendo ir de un lugar a otro, o establecerte en una ciudad y, desde ella, moverte al resto, ya que con un día es suficiente para visitar cada una de ellas.
Sibiu es una ciudad muy bonita que puedes recorrer en un día. Perderte por sus calles es una muy buena experiencia.
En Sighisoara encontrarás una ciudad amurallada en una colina, podría decir que similar a Toledo, donde todo está pensado para el turista. En ella se encuentra la casa natal de Vlad Tepes (Dracula) y podrás escuchar muchas historias sobre él y su familia. La gastronomía es, en casi todos los restaurantes, mala, con poca comida típica y mucha pizza.
Sinaia es otra ciudad muy bonita con el que puede ser el castillo más espectacular, el Castillo de Peles, mucho más recomendable que el de Bran. Si quieres entrar, el último pase es a las 16:15 y hay una cola de unos 45 minutos, por lo que es importante llegar con tiempo (cosa que yo no he hecho, quedándome a las puertas de la oficina de billetes, es lo que tiene viajar sin buscar mucha información previa).
En Busteni el principal reclamo es la montaña, en la que se encuentra el pueblo, en la que hay distintas rutas muy bonitas y estando muy concurrido en las épocas de esquí para disfrutar de sus pistas. No tiene nada que ver en especial si no es para disfrutar de la montaña.
Bran es conocido por albergar el Castillo de Bran (más conocido como el castillo de Drácula). La verdad que la visita ha sido un poco decepcionante. En todo el pueblo sólo te encontrarás tiendas, puestos de venta artesanal y el castillo que, desde hace unos años, ha cambiado su temática, mostrando en su interior una representación de la vida de la Regina Maria (Reina María), delegando la figura de Vlad Tepes (la persona en la que se inspiró a la hora de crear el personaje de Drácula) a una simple habitación en la torre más alta, casi al final de recorrido.
El transporte, en términos generales, es bueno. Durante el viaje he tenido la posibilidad de probar distintos tipos de transporte, la verdad que algunos con algunas buenas anécdotas y, sobre todo, he de decir que la comunicación es muy buena, pudiendo desplazarte por todo el país en tren o en autobús, a un precio muy económico, aunque un poco lento.
En la web de la compañía de trenes (https://www.cfrcalatori.ro/en/) encontrarás siempre los horarios y precios actualizados y, para la mayoría de los autobuses, lo podrás encontrar en esta web https://www.autogari.ro
Esta es la ruta que he realizado por las principales ciudades:
București – Suceava. Tren: 7 horas. 85.7 Lei
Suceava – Campulung Moldovenesc. Bus 1.5 horas. 12 Lei
Campulung Moldovenesc – Cluj-Napoca. Tren 5.5 horas. 59.6 Lei
Cluj-Napoca – Timișoara. Tren 8.5 horas. 79.3 Lei
Timișoara – Sibiu. Tren 6.5 horas. 48.6 Lei
Sibiu – Sighișoara. Tren 2.5 horas. 13 Lei
Sighișoara – Brașov. Tren 2.5 horas. 39.5 Lei
Brașov – Sinaia. Tren 1 hora. 16.9 Lei
Sinaia – Busteni. Tren 10 minutos. 4.4 Lei
Busteni – Brașov. Tren 50 minutos. 14.5 Lei
Brasov – Bran. Bus 1 hora. 3.5 Lei
Brașov – București. Tren 3.5 horas. 25 Lei
En total han sido 40 horas de viaje con un coste de 298,59 Lei (65€) recorriendo, prácticamente, todo el país.
Si no tienes prisa, en la mayoría de los trayectos, puedes elegir el tren rápido o el regular, éste último con un precio bastante inferior, que ronda el 50%. En muchos de los trayectos he aprovechado para revisar el texto de mi libro “Fitness Innovation. Escala tu negocio de fitness”, que se acaba de publicar, y jugar a Table (Backgammon), por lo que realmente el tiempo no era un problema, aunque es verdad que la intención, siempre que los horarios encajaban, era la de tomar el más rápido porque, por norma general, los trenes tiene poco espacio al ir sentados unos mirando hacia otros.
Dentro de las ciudades, el autobús, metro o tranvía funcionan muy bien, además de ser buenos, y a precios muy económicos (2.5 Lei), por lo que moverse por ellas es una maravilla.
En los pueblos, si preguntas un poco, te encontrarás con un medio de transporte alternativo, que es la propia gente de los pueblos, bien sea bajo demanda o, simplemente, “echando el alto” en la carretera. Desde mi experiencia, no es del todo recomendable, el precio será el mismo que el del transporte público, no suelen ser los mejores coches y, lo que es más preocupante, después de cada curva, sientes que has tenido la suerte de vivir un día más.
En las principales ciudades, la mayoría de los dependientes y camareros hablan inglés, pero en cuanto sales de la zona más turística, se hace más complicado.
Y es que, a pesar de que las carreteras han mejorado mucho (eso me han contando) en los últimos años, y que las carreteras principales y autopistas son bastantes seguras, en las zonas rurales, los autóctonos, van a toda leche, haciendo adelantamientos imposibles y muy rápido.
No sé si tal vez ha sido por las fechas (agosto) o por los días de calor, pero es verdad que no he visto a casi nadie por la calle corriendo o haciendo deporte, tampoco una gran cantidad de gimnasios o salas de fitness.
La calistenia es una de mis actividades favoritas y, por suerte, he podido encontrar, en las principales ciudades, distintos parques especializados, algunos de mucha calidad como el de Cluj, del que incluyo algunas imágenes.
Sigo con las buenas impresiones y, dentro de ellas, están los negocios -y la forma de gestionarlos- que he descubierto en Rumanía.
En ciudades como Cluj-Napoca o Bucarest, te encuentras con zonas y cafeterías donde ir con tu portátil a trabajar es bienvenido, además de haber decenas de startups locales y, como no, estar presentes las principales startups como Lime o Uber.
Pero no sólo de startups vive la humanidad. Y es que, lo que más me ha llamado la atención, es el ingenio para crear negocios únicos o, simplemente, hacer las cosas de otra forma. A continuación hago un pequeño resumen de las más destacables:
La bici «diesel» de un repartido de Glovo que, aunque no se aprecia demasiado en la foto, tenía un pequeño motor (supongo gasolina) en la parte central, donde las eléctricas suelen llevar la batería
Una especie de coche, sólo con estructura metálica, de fabricación casera, que incluye una sierra y lo utilizan los serradores para cortar la madera para las casas de los pueblos. No he podido sacar fotos, una pena.
Café artesanal. Al igual que en muchos otros lugares, algunos hosteleros están sacando su propio café. En Cluj-Napoca hay uno muy bueno.
Food trucks old fashioned. No son tantos los food trucks hechos con furgonetas, sino más bien carros restaurados y asentados siempre en un mismo lugar.
Bar especializado cuya única opción son los Mici y para beber cerveza o agua. Realiza tandas de 100 Mici y tiene colas interminables durante las horas que está abierto
Boomerang fabricados a mano. En la baja del castillo de Peles, al lado del camino, he podido comprar uno de ellos. Según puedes ver en su página web (http://xbumerang.ro/), ese lugar es tu «tienda» física, algo muy ingenioso.
En Brasov puedes encontrar una cafetería, muy buena por cierto, que se mueve en una furgoneta. Está equipada con todo lo necesario para el barista, incluyendo también una nevera de refrescos. Una gran idea para llevar tu negocio donde quieras.
Se consideran Romanos, es decir, descendientes de Roma. En cada una de las principales ciudades encontrarás, en la parte central, la estatua de Rómulo y Remo, además de considerar que, aunque para nosotros se dice Rumanía, en su lengua, la Romanesc, es Romania.
Al igual que ocurre en otro países, como España, hay una gran diferencia entre las principales ciudades y las zonas más rurales. Si tienes la posibilidad de desplazarte a algún pueblo (no turístico) disfrutarás de grandes experiencias.
Sobre todo, en las zonas rurales, parece que todo está sin terminar. Te puedes encontrar con tramos de carretera en reforma constante y, lo más común, casas unifamiliares habitadas en las que por fuera aún ves el bloque de hormigón o partes sin lucir o pintar.
La mayoría de las casas, de tamaño considerable, que te encontrarás en Rumanía pertenecen a familias en las que el “hombre de la casa” ha tenido que emigrar (muchas veces él sólo) a otro país en busca de trabajo y ha conseguido ahorrar dinero para poder comprar un terreno y construir su casa o, simplemente, ampliar y reformar la que ya tenían.
Los precios del alquiler en cualquiera de las principales ciudades se asemejan a las de ciudades como Valencia, en las que un piso de 2 habitaciones ronda los 600€.
Puedes intuir la capacidad económica de una zona o ciudad por los coches que circulan por ella. Dacia es el coche nacional (antes de ser comprado por Renault) y, al igual que en España, el más económico, por lo que dependiendo del número de Dacia que veas, será una ciudad más o menos rica (este es un dato estimativo a través de una percepción propia, no se trata de un dato empírico).
Algunos productos son bastante más baratos, como la pasta de dientes que utilizo, cuyo precio es 2€ menos. También me han dicho que el tabaco es más barato, aunque desconozco la diferencia. Sin embargo, la gasolina está, incluso, más cara que aquí, lo que hace que tener coche y repostar no sea accesible para todas las personas.
En las zonas rurales, incluso sólo a 30 km de Bucarest, el dibujo cambia completamente, encontrando zonas de grandes campos y con un aspecto rural, donde te puedes sentir como en tu pueblo hace 50 años, con carros caseros tirados por caballos en sus calles y bicicletas, además de unos ingenios (no me atrevería a decir coches) creados de forma casera y cuyo propósito es cortar la leña con la sierra que incorporan. Algo digno de ver.
En invierno, en casi todo el país, sobre todo en las zonas de montaña, hace mucho frío. Para calentarse, utilizan unas curiosas estufas de leña, hechas con una especie de gres, que calientan cada uno de los habitáculos.
Todas las ciudades y pueblos están repletas de basílicas (Ortodoxas). Hasta el pueblo más pequeño tiene una, o en muchos casos dos, donde puedes entrar de forma gratuita. Las pocas iglesias católicas romanas que hay, o están cerradas al público, o son de pago.
He de reconocer que hay 2 cosas que he probado (y, en ocasiones, casi abusado) en todas y cada una de las ciudades y pueblos que he visitado y son los Micii y la Bere. Sinceramente, creo que es una de las mejores combinaciones gastronómicas que he probado.
Cuando llegas a una de las casas de un pueblo, lo primero que te ofrecen es Palinca, independientemente de la hora que sea. Yo he tomado un buen chupito a las 06:30 de la mañana.
Los autobuses que van a los pueblos, algo curioso en ellos, es que, además de ir a toda leche, no te cobran hasta que te posas del autobús. Y no, si no estás satisfecho, no te puedes ir sin pagar. Lo hacen para no darte billete. En uno de los trayectos la policía paró al autobús y, de repente, entre los viajeros se fueron repartiendo los billetes, de forma sincronizada, como si estuviera ensayado, para que la policía, en caso de entrar al bus, no se percatara de ello.
En otro autobús, en este caso en Brasov, sobre las 11 de la noche, de la que volvíamos del tren, el conductor paró el autobús en mitad de la carretera para echar a un vagabundo y, como éste no lo hacía caso, fue a por un bote de detergente (lleno de agua) y el conductor le empezó a tirar tapones de agua hasta que, por fin, se bajó. Me ha parecido una forma bastante original, evitando la agresión. Se ve que no era la primera vez que ocurría.
En uno de los viajes en autobús, durante el camino, se estropeó el turbo (como dato curioso, el autobús era chino). En otro lugar, el conductor tal vez hubiera llamado a la grúa, pero aquí no. El conductor se fue al maletero, se cambió su camisa por un chubasquero con algo de grasa y se puso manos a la obra para solucionar el problema. 10 minutos después, estábamos de nuevo en marcha.
Nota: Como puedes comprobar, en el autobús es donde más cosas curiosas te encuentras… y donde más miedo pasas. Recomendación: intenta evitar los autobuses.
Entre todos los viajes realizados, creo que he visto los distintos modelos de trenes, desde los más viejos con cabinas hasta los más modernos y equipados. Por lo general, no son cómodos al ir en asientos enfrentados y tienen poco sitio para maletas.
He tenido la posibilidad de jugar un partido de fútbol, es curioso como, incluso con personas que hablan otro idioma distinto, el fútbol es un nexo de unión y, durante el juego, te puedes entender perfectamente.
Me han cortado el pelo, arreglado la barba y, algo muy curioso, ¡las cejas! Y es la primera vez que un peluquero se interesa por retocar mis cejas ¿tal vez lo necesitasen?
He tomado Moët & Chandon en un pueblo bastante humilde.
Simplemente, para terminar, agradecer Alex haberme llevado a descubrir este magnífico país y, a su familia y amigos, por abrirme sus brazos. Seguro volveré alguna otra vez.